MÁGICO

Mágico González era tan famoso por sus habilidades en el campo como por su inclinación a explorar la vida nocturna de Cádiz hasta bien entrada la madrugada. Su entrenador, preocupado por un partido crítico contra el poderoso Barcelona, sabía que necesitaba a su estrella en plena forma y decidió asegurarse personalmente de que Mágico llegara al partido. Con el juego programado para la tarde, el entrenador se presentó en la puerta de Mágico a primera hora de la mañana, sólo para encontrarlo sumido en un profundo sueño.

Después de varios toques de trompeta, por decirlo de alguna manera, Mágico finalmente despertó y, con la calma de un monje zen, se preparó para el juego. Llegó al estadio con el tiempo justo para atarse las botas y entrar al campo.

A pesar de su preparación apresurada, lo que siguió fue nada menos que una cátedra de fútbol. Enfrente estaba el Barcelona, un equipo conocido por su disciplina y táctica, pero ese día, el estadio Ramón de Carranza fue testigo de cómo un hombre podía hacer que el tiempo y los defensores parecieran estar en cámara lenta. Mágico driblaba con una mezcla de despreocupación y precisión, burlando a los defensores con una facilidad casi insultante. Su momento culminante llegó en la segunda mitad, cuando recibió un pase cerca del medio campo, se adelantó unos metros y, sin previo aviso, lanzó un disparo arqueado que sobrevoló al portero y se anidó en el fondo de la red. El estadio explotó en un frenesí.

Al final del partido, con el Cádiz CF celebrando una improbable victoria por 1-0 sobre el Barcelona, los periodistas rodearon a Mágico, preguntándole cómo había podido jugar de esa manera después de lo que parecía ser una preparación tan inadecuada. Con una sonrisa traviesa y el brillo de quien sabe que ha hecho algo casi mágico, Mágico respondió: "El fútbol es mi despertador."